martes, 27 de julio de 2010

LA ORUGA, LA MILPA Y LAS FLORES

Un cuento para Ana Libertad.

De un árbol de cerezo situado en el cerco de una parcela campesina, bajó una diminuta oruga que se internó en la pequeña milpa. Mientras caminaba entre surcos, se maravilló de la variedad de plantas que allí existían. A ella siempre le gustó el color blanco de las flores, pues le parecía que era la luz hecha pétalos. Al ver tantos colores se preguntó en voz alta:

“¿Por qué no todas las flores son blancas, si es el mejor color sobre la Tierra?”

Sin esperarlo, escuchó de pronto una voz que salía de una planta cercana: “¡Yo soy la flor de ayote, en otros lados me llaman calabaza; no soy de color blanco, pero mis pétalos amarillos son muy apetecibles para comer y cuando doy fruto, los ayotes también son utilizados por muchos animales para alimentarse”.Otra voz se escuchó unos pasos más allá: “¡Yo soy la hierbabuena, pocas veces llego a tener flor, pero el verde de mis hojas tiene un sabor y un olor importante para la cocina de los seres humanos y para aliviar dolores en la pancita de niños y niñas”.

¡A mí me dicen jacaranda! –se oyó la voz fuerte de un enorme árbol que estaba en la esquina de la parcela– ¡En los meses de enero a marzo de cada año mis flores moradas son recolectadas para aliviar a los hombres y mujeres de unos bichitos que ellos llaman amebas!”

Una espiga dorada, a la que un escritor llamado Pablo Neruda denominó “punta de fuego sobre lanza verde”, habló así: “¡Yo soy la flor del maíz; el fruto que sale de mí en forma de mazorca ha servido para alimentar a miles de comunidades por más de diez mil años. Grandes pueblos se han desarrollado en estas tierras debido al uso que han dado a mi fruto. Las manos amorosas de señoras y señores escogen las semillas que luego siembran en la Madre Tierra; el cuidado que me procuran hace que tengan alimento de maíz de colores varios: blanco, negro, amarillo y rojo”.

La oruga exclamó: “¡Vaya, eso no lo sabía!”

La espiga de maíz continuó: “Conmigo conviven frijoles, ayotes, tomates, miltomates, chiles, la hierbabuena, palos de jacaranda, saúco y frutales. Ves, amiga oruga, somos muchas plantas y somos diferentes. Todas somos importantes, igual que tú”.

Entonces, la pequeña oruga vio con otros ojos la diversidad de colores y formas que había en la parcela. Regresó al árbol de cerezo con la certeza de que la Madre Tierra es sabia. Estaba ansiosa por convertirse en mariposa. Con sus nuevas alas podría recorrer más lugares, sentirse con libertad y admirar los colores desde las alturas. Ella misma sería de múltiples colores: quizá roja como el jitomate, azul como la borraja o amarilla como la flor de ayote.

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