viernes, 23 de octubre de 2009

¿Por la Madre Tierra?

2 mil 500 años de pensamiento occidental parece que pesan demasiado. La actual forma hegemónica de razonar y entender el mundo tiene su origen en la filosofía presocrática. Grecia, cuna del pensamiento occidental, y luego Roma, imperio que impuso su lengua y razón, son la base sobre la cual los filósofos y científicos ingleses, franceses, italianos y alemanes profundizaron una forma de pensar y sentir alejada de los conocimientos de los pueblos originarios. Con la pretensión de eliminar el pensamiento mítico, negaron la cosmovisión de culturas milenarias.


La revolución industrial y el capitalismo abrieron la caja de Pandora: hoy grupos de capital ejercen dominio en los ámbitos económico, social, cultural y espiritual de grandes contingentes de población. Hoy los "dueños del mundo" tienen nombre de empresas transnacionales. Impulsan un modelo de concentración de riqueza a partir de la explotación de la naturaleza, la fuerza de trabajo y el consumo. Producto de este modelo son la destrucción ambiental extrema y la degradación humana profunda.


En las ciudades, aquellos y aquellas que hemos sido educados en casa y escuela, con el uso del idioma español, hemos recibido como tradición cultural esta forma dominante de entender el mundo. Nos deslumbramos por la necesidad de consumir y ser modernos. "Necesitamos acumular". Soñamos con el nuevo modelo de teléfono celular. Estamos creciendo, no entre campos verdes con ríos, árboles y pájaros, sino entre el humo de las camionetas, los centros comerciales y el olor fétido de los basureros urbanos. ¿Cómo, entonces, podemos comprender la lucha de nuestros hermanos y hermanas del campo por la madre tierra?


En la ciudad la gente vive mirando vitrinas y productos en las tiendas de moda, queriendo comprar sin poder hacerlo porque las marcas publicitarias venden necesidades superfluas que son inalcanzables con los míseros salarios que pagan en la maquila, el banco, la constructora o el almacén. Pronto surge la trampa del crédito y los pagos a plazo.

Poco entendemos en la urbe, porqué grupos de indígenas vienen a manifestar y atrasan nuestra llegada a los centros de explotación-trabajo. Nos enojamos sin poder visualizar que la lucha de las comunidades campesinas contra la minería, la fábrica de cemento en San Juan Sacatepéquez o la expansión de la caña de azúcar y palma africana, es la lucha por la vida misma de nuestros hijos, nietos y nietas. Es, también, la lucha por el agua limpia que bebemos a diario.


Vergonzoso para el país es el ataque armado que sufrieron las y los comunitarios concentrados el lunes 12 de octubre en la Calzada San Juan y Boulevard El Caminero. Las instituciones de gobierno deben dar con los responsables del asesinato del campesino Gilmer Boror Zet: un sacrificado más en la lucha por la defensa de la vida.

No se trata de obviar lo que somos en esta sociedad de mestizaje; sino de darle su justo valor, que es inmenso, a los conocimientos, usos y costumbres del pueblo maya. Ese pueblo maya que llevamos en la sangre, el rostro y tradiciones, pero que negamos con leyes, instituciones y prácticas racistas. Una concepción del mundo viva en las comunidades, que respeta la madre tierra y es la única vía para escapar de la destrucción que el capital mundial nos impone.


Recomendación: ¿Ya vieron ustedes el documental "Sipacapa no se vende"? Excelente producción que debe utilizarse en centros de estudios, iglesias, reuniones comunales e instituciones de gobierno para comprender y comprometernos con la lucha en defensa de la madre tierra. Para más información escribir a caracolproducciones@yahoo.es o acceder por internet en la dirección http://www.youtube.com/watch?v=L1N8I54zong

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