domingo, 19 de febrero de 2012

MOCOSOS POR ANTONOMASIA

Son mocosos por antonomasia. Candelas verdes cuelgan de sus narices. Las niñas y los niños del campo enferman de gripe y tos en invierno por la exposición permanente al exceso de lluvias, en verano enferman por ausencia de agua. También son panzoncitos, no por comer bien, sino porque la panza inflada es un síntoma de la desnutrición que padecen permanentemente. Lombricientos por excelencia: el agua que toman está llena de parásitos.







Ejercitan una vida de adultos desde sus primeros años: deben aprender a trabajar a esa edad pues será su única herramienta para sobrevivir en este sistema económico explotador. Un dedo incompleto en la mano izquierda, pues su mano derecha lo cortó a los tres años, en sus primeros intentos de manejar el machete: una marca de orgullo ante el resto de patojos.



Las pequeñas juegan con masa de maíz, sus manos esculpen tortillas con agilidad, preparando una vida destinada al cuidado del esposo, de los hijos e hijas, de la comunidad.






Niños y niñas de maíz, con un futuro incierto en los países centroamericanos, en donde cada vez más el gran capital, las grandes empresas, avanzan en busca de los recursos naturales que los abuelos cuidaron: agua, bosques, minerales y tierra. Niñas y niños chorreados, aún sonrientes, con padres que hoy se organizan para resistir una nueva invasión, un nuevo intento de despojo.

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