domingo, 27 de noviembre de 2011

Mujeres rurales: el descanso, la riqueza y el placer negados

El 15 de octubre fue declarado por Naciones Unidas como el Día Internacional de las Mujeres Rurales. ¿Si ya se conmemora el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer, por qué otro día para evocar a las mujeres? ¿No incluye la festividad de marzo a la totalidad de las féminas? Claro que las incluye, sin embargo es necesario hacer patente que del conjunto de mujeres que sufren opresión y discriminación por su condición de mujer, las que más violentadas, olvidadas y marginadas están son las mujeres que viven en el área rural, principalmente campesinas e indígenas. Así lo reconocen sectores académicos, políticos, religiosos y sociales.

En los centros urbanos, Ciudad de Guatemala es el ejemplo más concreto, muchas mujeres han tenido oportunidades de estudio y empleo que les permite decidir sobre los ingresos, bienes y propiedades que han generado con el esfuerzo de su trabajo cotidiano. Una joven de 25, 30 o 50 años, puede decidir una tarde cualquiera, ir al cine, al teatro o a tomar un café; tiene todo el derecho de decidir a cuál cine o cafetería prefiere ir, acompañada por la persona de su preferencia o simplemente sola. Ese simple acto de decisión y ocio es imposible para cientos de miles de mujeres que en el campo o en las áreas empobrecidas de la ciudad no han tenido acceso a esas oportunidades básicas. Una mujer sin educación primaria o secundaria, sin control del dinero o los bienes producidos con su trabajo y privada del contacto con realidades más allá del encierro en la casa, está condenada a vivir en la opresión y sin el disfrute de los derechos al descanso, a la educación, a la diversión, al placer, a una vida digna.

Al trabajo doméstico de por sí extenuante se le suma, en la mayoría de casos, el trabajo productivo que las mujeres rurales realizan para llevar el sustento diario a los hogares. Y son ellas las que, por lo general, cargan con los cuidados y la entrega de afecto a los miembros de la familia. Según organizaciones de mujeres, en las relaciones sexuales rara vez hay satisfacción propia, y mucho menos pensar en alcanzar orgasmos.

Para las mujeres rurales campesinas una primigenia fuente de exclusión se produce en el acceso, tenencia y uso de la tierra y en el beneficio obtenido del trabajo familiar. Este valioso recurso debe enfrentar un proceso de democratización en Guatemala. La excesiva concentración de tierra en pocas manos afecta a todo el país, a la sociedad en su conjunto. La clase trabajadora, la clase media oficinista o profesional, los cooperativistas, el campesinado, las y los comerciantes, los pequeños y medianos empresarios y empresarias, los grandes empresarios no agrícolas: nos vemos perjudicados por esta estructura de tenencia de la tierra. Todos y todas viviríamos mejor si esta concentración de tierras no se diera. Por eso la desigualdad agraria no es una contradicción sólo entre terratenientes y campesinos; no se trata del campesinado enfrentado contra el latifundio. Los más afectados son los campesinos y especialmente las mujeres campesinas, pero es un problema general. La sociedad entera debe luchar por acabar contra el latifundio porque la sociedad entera sale perdiendo con los efectos de este fenómeno (pobreza, desnutrición, migración forzada, la delincuencia como necesidad y como única alternativa). ¿Guatemala pretende vivir en democracia? Entonces hay democratizar la propiedad de la tierra.

De la misma forma la lucha en contra de la opresión de las mujeres es un proceso que debe incluir a los hombres: compañeros de vida, esposos, padres, hijos y hermanos que luchan por un mundo justo. La exclusión de las mujeres también nos afecta a todos, al conjunto de la sociedad. Hay todo un sector de hombres privilegiados con esa exclusión y ese privilegio hace más difícil ver con claridad el perjuicio general. Pero está claro que mujeres con oportunidades y sin opresión pueden construir un mundo mejor al lado de una sociedad que ya no las oprima y de la que formen parte con todos sus derechos en pleno ejercicio. Ese ejercicio comienza para las mujeres rurales y campesinas por el uso, control y beneficio de los recursos naturales en sus territorios y por el control y respeto de su primer territorio, su cuerpo.

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