martes, 9 de febrero de 2010

La lucha indígena y campesina en el siglo XXI

Las organizaciones campesinas de Guatemala son herederas históricas de la resistencia indígena en la Colonia expresada en el conjunto de motines de indios que, según el historiador Severo Martínez Peláez, se contabilizaron en al menos uno por semana durante los casi 300 años de cordón umbilical extractivo desde la Corona española.

Encontramos así un fuerte movimiento agrarista que durante el gobierno de Jacobo Arbenz construyó el proceso de reforma agraria de 1952 a 1954. En los años 70 resurgieron los movimientos agrarios, bajo la bandera de lucha campesina, luego de la represión contrarrevolucionaria iniciada en 1954.


El 15 de abril de 1978 nació el Comité de Unidad Campesina (CUC) y marcó el inicio de la lucha campesina contemporánea en el país. Entre algunos hechos relevantes de su trayectoria, la historia y la memoria popular recuerdan la participación de miembros del CUC en la ocupación de la Embajada de España, en enero de 1980, en protesta por la represión que cientos de comunidades sufrían a manos de la política contrainsurgente del Estado; la gran Huelga de la Zafra en 1980, en la que más de 80 mil campesinos paralizaron la industria del azúcar por alrededor de 20 días; la conmemoración de los 500 años de la resistencia indígena, negra y popular americana.

La movilización continental de 500 años de lucha popular americana en 1992 consolidó en Guatemala una identidad indígena en el seno de las organizaciones campesinas. Hoy existen al menos cinco centrales campesinas, tres de ellas ligadas a La Vía Campesina Internacional: la Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (CNOC), la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (CONIC) y el CUC.

La demanda principal de las organizaciones campesinas ha sido por el acceso y propiedad de la tierra. En un país con el segundo grado más alto de concentración del suelo cultivable en pocas manos de América Latina, es lógico que la lucha por una reforma agraria esté en el centro de la estrategia indígena y campesina. En el lustro reciente se ha evidenciado una mayor presión del capital nacional y trasnacional sobre los territorios indígenas que son reservorio de agua, bosque y minerales, por lo cual las organizaciones del campo, por demanda de las comunidades, han incorporado la lucha por la defensa de los recursos naturales y la madre tierra dentro de sus acciones. El Tercer Congreso Nacional Campesino mandató a las organizaciones nacionales volver la vista y la cabeza a las comunidades, regresar al territorio local, fundamento de la organización.

El movimiento campesino guatemalteco enfrenta retos monumentales en lo interno. La existencia de cinco centrales campesinas evidencia fracturas, estrategias disímiles y contradicciones. La unidad granítica es imposible, pero el reciente proceso de Diálogo Nacional por el Desarrollo Rural entre gobierno y organizaciones demostró que hay puntos de encuentro. A este diálogo llegaron las organizaciones nacionales por rutas distintas, pero los contenidos propuestos giraron en la misma sintonía y como fruto de estas acciones hoy se tiene una Política Nacional de Desarrollo Rural Integral.

Las grandes corporaciones y la clase terrateniente sostienen un discurso y una estrategia política de criminalización de las luchas campesinas. Aunado a esto existe un constante hostigamiento a la organización del campo. Sólo en 2009 ocurrieron nueve asesinatos a dirigentes de la CNOC y se ejecutaron más de 60 desalojos a comunidades que ocuparon fincas en reclamo por el derecho a producir alimentos. Los retos son grandes pero a inicios del siglo XXI la organización campesina e indígena sigue luchando por mejores condiciones de vida para la población en armonía con la naturaleza.

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