Algunas de las fantasías y anhelos que tenemos en la edad adulta se originan en la niñez...
Más de una vez soñamos con vivir en una isla...
Pero en la misma niñez se construyen nuestros peores temores. Estos nos acompañan toda la vida... a menos que los exorcisemos...
Las muñecas y muñecos con que jugabamos conviven aún con las frustaciones de asumir la culpa de la separación de nuestros padres, las malas notas en los estudios, las erecciones infantiles, las travesuras castigadas, los desprecios, el racismo despiadado de nuestros amiguitos enseñado por padres, madres y maestros ...
las muñecas nos ven desde un rincon del inconsciente y nos castigan con prejuicios, miedos y culpas... Pedimos (nunca exigimos), agradecemos sin necesidad, bajamos la mirada, hablamos a espaldas y entre dientes, el sexo nos da pena, la zancadilla nos encanta, nos reimos de los demás pero no de nosotros mismos, a las demás ni las tomamos en cuenta...
Intentamos sin éxito escapar a nuestro miedos o nos revolcamos en su salsa para que el capital y la religión nos devoren...
¿Alguna vez probamos ver directo a los ojos del niño sucio que cuelga de la rama de un árbol? ¡Talvés allí haya alguna respuesta!
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