Durante 2007 y 2008, en los mercados internacionales se produjo un súbito incremento de precios de algunos productos esenciales para la maquinaria del mundo y para la alimentación de los pueblos. El precio del petróleo llegó a precios récord, al igual que el precio de la soya, el trigo y el maíz, entre otros. El incremento en el costo del petróleo afectó al transporte de carga y de personas, de tal forma que elevó los costos de distribución de cada uno de los artículos de consumo que usan transporte para llegar desde el lugar de producción hasta el comprador final.
Para las consumidoras y consumidores guatemaltecos el aumento de precios internacionales de trigo y maíz se tradujo en incrementos del precio local de alimentos básicos como la tortilla y el pan debido a que, a diferencia de hace 30 años, hoy somos totalmente dependientes del trigo importado e importamos cada año mayores volúmenes de maíz.
La industria nacional usuaria de maíz importa casi todo el grano que usa en sus procesos de producción. Con la desgravación arancelaria a las importaciones de maíz amarillo y el crecimiento de industrias como la avícola o la porcina, se produjo una mayor demanda del grano y se encontraron ofertas de maíz en Estados Unidos que representaron menores costos de producción. Se produjo, entonces, una menor compra local de maíz amarillo y el desestímulo de su producción en zonas de tradición maicera como la Costa Sur. Sin embargo, la brusca subida de precios internacionales provocó incremento en los costos de producción nacional de pollo, carne de cerdo y concentrados. Y, por consiguiente, un ajuste de los precios de estos productos para el consumidor final. Nos encontramos con la libra de pollo a mayor precio en los mercados de La Placita o la Bethania debido a fenómenos económicos internacionales y la falta de autosuficiencia nacional de granos básicos.
Esta experiencia reciente nos enseña que debemos reducir la dependencia alimentaria. Para ello es necesario estimular la producción local con políticas dirigidas a los pequeños productores.
En opinión de expertos de la industria avícola nacional, el maíz amarillo guatemalteco es de mejor calidad que el importado, pero advierten que el manejo postcosecha es totalmente deficiente provocando que el buen grano se contamine y sea poco útil a la industria. El papel del Estado es esencial pues debe ofrecer tecnología a los grupos organizados de pequeños productores y productoras para secar y almacenar la producción. Recientemente fue presentada al Congreso de la República una propuesta de Ley de Granos Básicos que propone la creación del Instituto de Nacional de Abastecimiento Alimentario -INABA- con programas de compra y venta pública de granos básicos, la construcción de silos estratégicamente ubicados, sistemas de información agrícola necesarios para que los agricultores estimen sus capacidades de producción. La propuesta de ley también plantea la creación de la Caja Nacional de Fomento Rural para garantizar el acceso al crédito a productores de granos básicos y se proponen mecanismos de acceso a la tierra en áreas que, hoy por hoy, están subutilizadas y tienen amplia vocación para la producción maicera.
La propuesta de Ley fue presentada por el diputado Aníbal García con la colaboración técnica del Instituto de Estudios Agrarios y Rurales -IDEAR- de la Coordinación de ONG y Cooperativas. Esta propuesta de ley debe ser discutida ampliamente con todos los actores involucrados en garantizar el Derecho Universal a la Alimentación y debe aprobarse a la brevedad para beneficio de la población y el logro de la soberanía alimentaria como mecanismo para acabar con el hambre en el país.
"Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a coger" Grupo Molotov.
El gran poder económico es el principal culpable del estado de calamidad en que se encuentra el país. Guatemala es un proyecto podrido, pues se ha construido sobre la base de la infamia, el despojo y la discriminación. Unos cuantos grupos familiares han logrado, durante siglos de historia, conformar un estado que beneficia con leyes y violencia sus intereses particulares de acumulación de riqueza. Estas familias son culpables del genocidio perpetrado contra la población indígena en los años de la guerra. En esos años aprobaron y estimularon la corrupción dentro de las instituciones de gobierno, consintieron las masacres y las ejecuciones extrajudiciales que el Ejército y grupos paramilitares perpetraron contra la población civil. Son culpables de la desnutrición crónica que sufre uno de cada dos niños menores de cinco años. Niegan el derecho a la propiedad, el trabajo y la alimentación de la mayoría de la población al adueñarse de la mayor cantidad de tierras cultivables en el país.
Son culpables de fomentar la instalación de mafias en los tres poderes del Estado. Financian las campañas electorales de los partidos políticos para garantizar la continuidad de sus proyectos de extracción y explotación capitalista. Niegan la participación de mujeres, pueblos indígenas y jóvenes en las decisiones trascendentales de política pública.
Se han apropiado de la riqueza que las manos campesinas han producido en los campos de añil, grana, café, algodón, caña de azúcar, hule, banano, ganado, granos básicos, hortalizas y frutas. Han explotado el trabajo de hombres y mujeres que en las maquilas dejan la vida por míseros salarios. Son evasores seculares de sus obligaciones fiscales.
Han negado por siglos el acceso a la educación de millones de niños y niñas que se convierten, desde sus primeros años de vida, en fuerza de trabajo no calificada mal pagada. Han influido para que la historia nacional oculte las desigualdades estructurales que generan la pobreza en el país. Han definido que los pensa de estudios obstruyan la posibilidad de pensar de manera crítica. Han cortado la creatividad irreverente de la población joven, moldeando viejos y viejas de corta edad. Convirtieron la cultura popular en folklore postmoderno para estampas y postales turísticas. Niegan el vínculo directo de las poblaciones indígenas que actualmente ocupan los territorios rurales del país con los mayas del periodo clásico.
Son dueños de los medios de comunicación y en nombre de la libre expresión del pensamiento mantienen a las masas alejadas de la realidad concreta y de sus causas. Ocultan las voces de la población. Hacen todo lo posible por impedir que las y los portadores de esas voces se conviertan en sujetos políticos capaces de construir un proyecto de nación viable y multiidentitario.
Hoy avanzan en sus planes económicos y políticos al amparo de gobiernos pusilánimes. La agenda nacional de competitividad es el único proyecto sectorial que tiene avances significativos en su implementación. ¡Claro, es su proyecto! Tienen las fauces devorando tierras en la Franja Transversal del Norte y en lo que será en unos años el Canal Seco Interoceánico. Se atoran, vomitan y vuelven a atragantarse con petróleo, níquel, oro y plata sacados del Corazón de la Tierra.
Se aferran con todas sus garras a la negativa, de hacer en el país, reformas fiscales, agrarias, educativas, de justicia o de cualquier otra índole que ponga en peligro su manía compulsiva de explotar, extraer y amontonar. La democracia es un panfleto y una burla. Son dueños de los monopolios en el agro, en el comercio, en la banca, en la industria, en las comunicaciones, en el mercado de partidos políticos, en el mercado de iglesias y sectas, en la prostitución de jueces y abogados.