jueves, 20 de agosto de 2009

REFLEXIONES EN CARRETERA

La muchacha maneja su viejo automóvil por la carretera de Sanarate a Jalapa. Su juventud le permite estar alerta a todo lo que en el camino encuentra. Actitud de asombro ante la vida que a muchos se les apaga con el paso de los años.

De pronto encuentra en medio del camino un tumulto de zopilotes peleando por desgarrar carne de algún esqueleto. El grupo de aves era más grande de lo normal. Tanto que no dejaban espacio para el tránsito vehicular. Frena y avanza lentamente con dificultad pues la pelea que tienen las aves por la comida es feroz y prestan poca atención al peligro del paso de carros y camiones. Como era de esperarse, un zopilote ha sido alcanzado por las llantas de un viajero anterior. A la par del ave caída se encuentra el cuerpo enorme de una yegua que era destajado por los picos afilados de las aves. Rara cosa para ser vista a plena luz del día en medio de la vía. ¿Dónde mueren generalmente los caballos? ¿Su carne es comestible para el ser humano? Se preguntó la joven.

Más adelante, en los cerros luego de pasar por Sansare, divisó un paisaje que había encontrado en cientos de lugares del país. Es común, tanto en los parajes de Tucurú, Salamá, Cotzal, El Rodeo o Yepocapa, la vista de altísimas montañas sembradas hasta la mitad de su elevación, o más allá, con la milpa campesina. En el camino que sigue nuestra viajera divisa a orillas de la carretera a decenas de niños y niñas morenas con la carita triste y la pancita abultada por la falta de comida. ¿Qué es esta realidad que nuestras familias en la ciudad no nos enseñan? se preguntó dolida y apesadumbrada.

Desde hacía unos años ella asegura que la gente no es pobre por que sí, sino que es gente empobrecida por la estructura de dominación de unos grupos sociales sobre otros. Las lecturas que en la universidad realizó de autores como Figueroa Ibarra, Castellanos Cambranes o Palma Murga, le fueron exponiendo en el papel, una realidad injusta que ahora, a sólo cincuenta minutos de la urbe, se topa de narices bruscamente. Y en ese momento llora.

Llega al hotel en Jalapa. Se instala en una habitación y encuentra que no hay televisor con que alejarse de la vida real. No hay más remedio que dedicarse a reflexionar. El bullicio en las calles es contagiable pues es semana de la feria titular. Sin embargo el contagio no llega a la voluntad de nuestra viajera quien piensa sobre lo injusto de la realidad agraria: ¡Con razón siembran en laderas!

Cada vez está más convencida que la idea de reformar la Constitución de la República, es necesaria. En definitiva, es absurda la propuesta del grupo Proreforma pues quieren reducir los pocos espacios democráticos que existen; pero si es necesario asentar una nueva constitución nacional que reafirme que el país no es sólo de los que nos llamamos guatemaltecos y vivimos en las ciudades o de los que tienen grandes negocios, pues hay millones de personas que tienen otras naciones constituidas por miles de años: la nación k’ich’e, la kachiquel, la q’eq’chi, la xinca y tantas otras. Una constitución que refunde el Estado multinacional y establezca la realización de reformas agrarias: pasos iniciales hacia la vida plena para los pueblos.

Nuestra viajera recuerda que hace 100 años inició la revolución mexicana, esa que presentan en las películas de Emiliano Zapata, Pancho Villa y Altagracia Martínez (Adelita), que forjó una clase campesina con poder, una reforma agraria de largo alcance y el crisol de una sociedad mestiza que valora los elementos indígenas de su ser.

Habrá que completar la reflexión de nuestra amiga agregando que hay procesos populares profundamente democráticos en el sur del continente que están refundando los Estados para garantizar y construir el buen vivir.

domingo, 9 de agosto de 2009

Un Tor trix de maíz, ¡por favor!

Año del centenario de la Revolución de Octubre de 1944 en Guatemala. Hoy por la mañana salí de casa, situada a media cuadra del comedor de la Canche. Pasé preguntando si tenía tortillas. Hoy día es caro comer tortillas; un tanto más que comer carne o pescado. Me puedo dar el lujo de pedirlas, es fin de mes. La Canchita contestó que tendría tortillas hasta dentro de dos semanas ¡si Dios nos da vida y nos manda unas libritas de maíz! No hago caso a su plegaria. Admiro por un momento esas manos de abuelita cocinera de toda la vida. Le pido unos frijolitos con cebolla y un platito de revolcado recalentado.

Regreso a la calle. Recorro varias cuadras. En cada esquina donde hubo tortillería alguna vez, hoy encuentro panaderías, alquileres de computadoras y comedores solidarios donde sirven avena y atún enlatado. Todo menos donde comer, oler o si quiera ver maíz. De quince años a la fecha el maíz escaseó y encareció día tras día, año con año. La gente que vivía en el campo se vino a la ciudad. Llenó de pobreza (estructural) los campos de futbol y los barrancos urbanos. ¡Escándalo e incomodidad para los causantes (estructurales) de esa pobreza! Ocuparon primero los cerros al lado del puente del Incienso y las áreas verdes en zona 21, por un momento se fueron a Villa Nueva y Petapa. Veinte años después tomaron el Parque La Democracia, Cayalá y el Campo de Marte. En el área rural no quedo más que el 12% de la población. El poco maíz que producen las comunidades, lo comen ellos, ellas y sus familias. Si nosotros queremos tortilla debemos pagar mucho a las comunidades; pareciera que se están cobrando todo ese trabajo agrícola que durante 600 años las ciudades no le pagamos al campo. Cobrando, con justicia, esa deuda histórica.

El Petén e Izabal formaron la República Independiente de La Palma y su cosecha de granos la venden a otros países, no a la Guatemala del Sur. El maíz importado de Estados Unidos, dejó de venir hace un cuarto de siglo. El nuevo país más poderoso del mundo controla la producción de alimentos básicos. Está del otro lado del mundo y no vuelve la vista a esta región pues somos un mercado pequeño.

El gobierno trató, una década atrás, de recuperar la producción de maíz. Confiscó cientos de caballerías en zonas cañeras de la Costa Sur, a pesar de la oposición de la clase terrateniente. La presión de los más de 29 millones de hambrientos de la clase trabajadora, desempleada y empobrecida fue más fuerte que el poder de la oligarquía agraria. Las ciudades de Santo Domingo Suchitepéquez, Jalpatagua, Santa Lucía Cotzumalguapa, Quetzaltenango y Guatemala, las más grandes del país, se manifestaron por más de dos meses continuos. El gobierno obtuvo las tierras, pero no logró encontrar la semilla adecuada. Los suelos en todo el país son totalmente irrecuperables. Los transgénicos y fertilizantes químicos acabaron con la fertilidad y equilibrio biofísico del suelo. La semilla buena de maíz, crece aún en las montañas donde pocas manos campesinas cuidan de ella.

Me dejo caer en una de las bancas del parque, bajo la sombra de la Ceiba 2 mil 235 (no quedan más que 2 mil 300), me pregunto en qué momento se nos escapó la vida de las manos. Veo atrás en el tiempo y parece tan obvia la forma en que nos destruimos. Ahora sé que la carrera de acumulación capitalista acabó con la tierra, esa que los maya kiche' llaman Madre Tierra.

Mientras me levanto de la banca, con miedo de mis vecinos y vecinas que a la vez temen de mí; con pavor de los cuatro tipos que están parados en la esquina con escopeta en mano, custodiando un camión cargado con vegetales y agua potable; mientras un niño se quita del pie descalzo un chaye del tamaño de mi pulgar; destapo una bolsita de papel reciclado llena de Tor trix; me llevo un puño de frituras a la boca y me pregunto si alguna vez esta comida chatarra fue hecha de verdadero maíz.

Tarde de circo con libertad